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© alonso y marful, opus nigrum, 2014 (in progress)

las quimeras de la identidad / auto/alter/retratos

(de la serie auto/alter/retratos © alonso y marful)

"La historia del apropiacionismo en el arte no es nueva. Se inicia con las técnicas de acopio, fragmentación, yuxtaposición y superposición propias del montaje/collage desarrollados en torno al movimiento Dadá en la segunda década del siglo XX. Desde entonces hasta hoy, desde las experiencias paradigmáticas de Marcel Duchamp a las de Andy Warhol o Sherrie Levine, muchos artistas han encontrado en los ready mades –entendidos en un sentido amplio- un valioso aliado a la hora de otorgar a su obra el carácter alegórico que ya Walter Benjamin le reconocía a la altura de 1917.

Los auto/alter/retratos que componen la serie Las quimeras de la identidad proponen un proyecto de des-construcción de fotografías fetiche de Duchenne de Boulogne, Eugène Atget o August Sander. El periodo de composición de los mismos coincide con el sometimiento de una de las que suscriben a un tratamiento por estrés postraumático que se tradujo en una investigación plástica paralela a una experiencia límite de angustia. En las últimas fotografías de la serie es posible contemplar el progresivo desasimiento de los modelos previos y el nacimiento de una obra que, coincidente con el periodo de curación, continúa respetando la temática y la resolución formal de las anteriores, pero señala la autonomía reconquistada al dejar de utilizar el apoyo del texto visual preexistente.

Durante el periodo al que aludimos no sólo fueron elaborados los 10 auto/alter/retratos que componen la serie, sino también sus respectivos making off. A través de estos últimos es posible detenerse en la intervención plástica efectuada sobre la obra previa, así como en las reflexiones que discurrían en paralelo a su composición y que pueden leerse en el cuaderno de bitácora del proyecto, el Diario de la angustia.

El Diario de la angustia está estructurado en dos partes: I. Pensar, y II. Sentir. En la primera parte se reflexiona acerca del sentido del proyecto señalando su oportunidad histórica al hilo de las propuestas filosóficas de Michel Foucault, Jacques Derrida o Judith Butler. A través de un repaso de los principales hitos de la historia del arte y la filosofía postmoderna, es posible extraer los que son los dos nervios conceptuales que recorren la producción de los auto/alter/retratos: la re-territorialización o re-significación del fetiche, cuya rutina perceptiva  queda  desnaturalizada desde una posición retroactiva, y la propuesta de una hibridación intersexual cuyo aspecto inquietante nos obliga a volver sobre nuestros prejuicios. Si el binomio hombre/mujer, como una estrategia de polarización totalitaria, continúa existiendo, pese a los márgenes de disenso abiertos desde frentes como el feminista, el gay o el queer, es porque ya existía ayer. Nada nuevo bajo el sol. La conciencia acerca de la identidad de género como un constructo histórico variable es un requisito metodológico, además de un fin político.

En la segunda parte, Sentir,  se puede asistir a las conversaciones de la afectada con su psicoanalista y a las anotaciones de carácter íntimo que jalonaron el proceso.



Fragmento del Diario de la angustia

“La muerte del padre”

Ayer leí algo que olvidé inmediatamente y hoy regresa y se extiende como una fina capa de color púrpura sobre el río de las horas. ¿Por qué el dolor adquiere en mi memoria el color de la sangre?  Los recuerdos se agitan. Pienso en las fotografías de Susan Sontag muerta, en las del padre de Annie Leibowitz, cuyos cadáveres podemos escrutar a nuestro antojo, vueltos documento de consulta para cualquier voyeur del instante más íntimo. Diferir, dilatar, distraer…

Pienso en mi padre y hay un momento de oclusión que me aleja de él en el momento de su muerte. La fina capa de color púrpura que cubre el río, que recubre el tiempo donde mi padre

fue

se retira lentamente de su rostro. Estoy en el hospital, frente  a su cama. Lleva horas en coma y, no obstante, en medio de su estupor, me ha sentido entrar y ha dicho “hola” y estoy segura de que me ha escuchado contestar, con aparente serenidad, “hola, papá”.  De pronto su respiración se vuelve discontinua. Las inspiraciones se espacian hasta que un último suspiro delata que ha llegado el momento de decir adiós. A Dios, padre. La sangre se retira rápidamente de su rostro y adquiere una tonalidad cenicienta.  Son apenas unos segundos los que distinguen al hombre vivo de su propia muerte. Alguien llama a un timbre y las enfermeras se lo llevan apresuradamente. No volveré a verlo hasta que su cuerpo está en el ataúd, envuelto en un sudario blanco con encajes que se cierran sobre su pecho y dejan ver las manos cruzadas. Una sobre la otra.

Ayer leí que sólo los muertos que han sido purificados pueden amortajarse. Me acometió un dolor difuso. Mi padre era puro. Toda la pureza que puede albergar un corazón. Y, sin embargo, nadie lo vistió. Nadie se percató de que era necesario vestirlo. Ponerle una de sus camisas de cuadros, quizá una corbata, nunca he sabido qué. No enviarlo a la muerte desnudo. Volver al instante de su muerte para poder vestirlo. Ponerle un traje negro, quizá, o un abrigo. Me aterraba la idea de que tuviera frío allá abajo, en la húmeda soledad del panteón. Lo visto. Me visto para él. Objeto introyectado, es mi melancolía quien lo viste, quien volverá a vestirlo hasta el día de mi muerte.  Es él quien se viste en mí. Quien me traviste. Voy re-vestida de hombre. De un hombre que es mi padre. Vestida de dolor por el padre muerto.

Cierro sus manos sobre las mías. Siempre. Ese gesto me acompaña.


PARATEXTOS

“No voy a hurtar  nada que sea precioso, ni me apropiaré de las fórmulas espirituales. Pero los harapos,  las sobras: eso es lo que no hay que inventariar, sino permitir que se les haga justicia de la única forma posible:  utilizándolos".

Walter Benjamin, Obra de los pasajes, N 1 a, 8.

“Como en otros casos de la historia reciente, la llegada de las mujeres a espacios antes vedados para ellas hace preludiar, la llegada de otras otredades y la consiguiente alteración de jerarquías y cánones, incluso del simple aspecto de las cosas.”

Margarita Borja (2000), “El Deseo en la Mano: el Devenir”, en Escenografías del Cuerpo. Madrid, Sociedad General de Autores, p.183.

"Para reconducir el discurso cultual, político y arquetípico, asignado a la identificación del sujeto femenino como subordinación de género, es necesario adquirir no sólo la capacidad de distanciarse de los modelos dados por los discursos hegemónicos, sino de resignificar y crear las situaciones dadas para conferirles un nuevo sentido."

Celia Amorós (1997): Tiempo de Feminismo, Madrid, Cátedra, p. 19.

© alonso y marful


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